Nacida el 2 de febrero de 1948, a la edad de 20 años entró en la lucha armada contra la dictadura brasileña. Mejor conocida por haber participado en el secuestro del embajador de Estados Unidos en #Brasil Charles Burke Elbrick y haber sido invalidada luego de la tortura, fue la primera mujer en recibir una compensación del estado en 2002.
“Mi profesión es guerrillera”: respondió Vera Sílvia Magalhães a sus torturadores, cuando fue detenida en marzo de 1970 por la policía política del régimen militar brasileño.
La niña se había afiliado al grupo Dissidência Comunista da Guanabara (DI-GB), una organización armada creada tras una escisión del Partido Comunista de Brasil tras el golpe de 1964 y principalmente activa en universidades y suerte.
Fue la única mujer que formó parte del comando que, el 4 de septiembre de 1969, secuestró al embajador de Estados Unidos en Brasil, Charles Burke Elbrick, solicitando su intercambio con presos políticos detenidos por militares.
Sílvia Magalhães siempre usó peluca rubia para no ser reconocida, convirtiéndose así para el público en general en 'la rubia del comando', un cliché que la prensa, en Brasil como en otros lugares, suele utilizar cuando se habla de acciones guerrilleras que involucran a mujeres.
Los periódicos la bautizan 'Bionda 90', alegando que usa dos Colt del calibre 45.
Ella se burla: "Solo tenía un 38, y para colmo una choza abarrotada. Como la única mujer en el grupo, tenía que ganarme el derecho a tener un arma mejor".
En septiembre de 1969 su participación, como única mujer, en la acción de secuestro del embajador estadounidense, la convirtió en la más odiada y buscada por la policía.
Unos meses después, en febrero de 1970, logra escapar del arresto, pero ve a su primer esposo, José Roberto Spigner, asesinado como ella cuando tenía veinte años.
Un mes después, durante un volante en el barrio de Jacarezinho, Vera resulta herida por un golpe en la cabeza y es detenida.
Los meses de detención fueron muy duros.
Fue torturada por la feroz policía política del DOI-CODI, cuyos métodos fueron descritos detalladamente por Frei Betto en su libro "Bautismo de sangre".
Durante tres meses en manos del ejército y la policía, sus verdugos experimentaron con simulacros de ejecución en ella, sometieron su cuerpo a quemaduras y descargas eléctricas, la mantuvieron aislada en celdas sin calefacción y la torturaron psicológicamente constantemente. Con Vera llegaron a arrancarle las uñas, pero se concentraron sobre todo en los genitales.
La violencia que sufrió le provocó una hemorragia renal que obligó a la policía a trasladarla al Hospital Central del Ejército, donde llegó casi enferma y con un peso de sólo 37 kg.
El 15 de junio de 1970 fue liberada, gracias al intercambio de prisioneros, junto con un grupo de otros compañeros, luego de que otra organización armada completara el secuestro del embajador alemán en Brasil Ehrenfried von Holleben.
Vera se exilió, regresando a Brasil recién en 1979, cuando la dictadura aún no había terminado, pero la Ley de Amnistía le permitió no volver a ser arrestada.
Vera Sílvia Magalhães, discapacitada como consecuencia de la tortura, definida como "una musa da guerrilha carioca", fue en 2002 la primera mujer en recibir una indemnización del Estado brasileño, que pretendía disculparse por haberla obligado a quedar inválida. Hasta 2007, año en el que murió a raíz de un infarto y tras luchar, en los últimos años de su vida, contra un linfoma.
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