Un joven aficionado del equipo de fútbol del Athletic Club Bilbao fue asesinado a tiros por un policía que resultó gravemente herido en la cabeza tras un partido de Europa League en Bilbao, en una intervención policial abusiva .
Las circunstancias del asesinato y la lentitud del caso y la falta de responsabilidad y las protestas resultantes han dado un gran impacto social al caso en el País Vasco. Familiares, amigos y diversos actores políticos y sociales también denunciaron las trabas del Gobierno Vasco para resolver el incidente y la falta de solidaridad de algunos representantes políticos. Los oficiales de policía, por otro lado, afirmaron que el incidente fue un error y un accidente y no asumieron ninguna responsabilidad. Aunque la instrucción se puso en marcha de inmediato, se desarrolló lentamente, y no fue hasta 2016 que comenzó el juicio.
Iñigo Cabacas era el único hijo de Lizeranzu Manuel y Josefina. Nació en Basauri y pasó allí su infancia. Cuando su padre se hizo cargo del bar Biltoki de la calle Poza Licentua de Bilbao, los miembros de la familia se trasladaron a Bilbao, pero Iñigo mantuvo su relación con sus amigos en Basauri. Estudió en el Colegio Cooperativa Basauri y jugó en el equipo de fútbol Kalero de la localidad. Estudió música en la Academia Arizgoiti, que luego cursó en Bilbao, tocando guitarra y saxofón. En el equipo de fútbol de Loiu, jugó en la Liga de Primera División Regional. Cuando murió, jugaba en el equipo de fútbol Amorebieta B. También le gustaba surfear y solía ir a Bakio y Laredo. Estudió en la Escuela de Relaciones Laborales de la Universidad del País Vasco y se graduó allí. Era empleado de BBVA en el momento de su muerte.
Fue miembro de la afición del Athletic Pirates.
Tras el partido, Cabacas acudió al bar Kirruli de la calle María Díaz de Haro. Mientras estaba allí, recibió un golpe en la cabeza con una pelota de goma lanzada por la Ertzaintza. Llegó al Hospital Universitario de Basurto alrededor de la medianoche con el cráneo roto y daño cerebral severo. Estuvo en coma y con ventilación mecánica hasta las 9 de la mañana del 9 de abril; luego los médicos comprobaron si había muerte cerebral. Posteriormente, una autopsia confirmó que Iñigo había sido asesinado a tiros. La familia donó todos sus órganos y decidió enterrar el cuerpo para que luego se pudiera realizar otra autopsia si fuera necesario.
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