Con apenas 18 años, el comunista Miguel Núñez (Madrid, 12 de Agosto de 1920, Barcelona, 12 de Noviembre de 2008.), inauguró su paso por las cárceles franquistas: 17 años en total.
Nació en el barrio de Lavapiés de Madrid, y estudió en el colegio de las Escuelas Pías de la calle Mesón de Paredes. En 1932 ingresa en la Escuela superior de Comercio (ESC) de Madrid, en la que todavía se encontraba en 1936, cuando estalló la Guerra Civil Española.
En ese mismo año participa en la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), que se estaban organizando para colaborar en la defensa de Madrid. Combatió inicialmente en el batallón de Milicianos de la Cultura. Después de unos meses, se incorpora al aparato político que había en las unidades militares como responsable de la JSU. A los 18 años fue nombrado Comisario Político del 64 Batallón de Obras y Construcciones.
En marzo de 1939, tras el golpe de estado del coronel Casado, es detenido en su unidad y confinado junto a otros combatientes comunistas en el cuartel del Conde de Toreno, del que consigue ser liberado antes de la llegada de las fuerzas sublevadas.
Al final de la guerra participó en los primeros intentos de reorganizar la JSU en la clandestinidad. Fue detenido y condenado a muerte, que le sería conmutada posteriormente por doce años de prisión. En el penal de Ocaña, coincidió con el poeta Miguel Hernández. Después de salir de la prisión, continuó con su militancia comunista como responsable político en la guerrilla de Cataluña. Se trasladó a Francia en 1949 hasta que regresó clandestinamente a España en 1953.
En abril 1958 fue detenido en Barcelona y torturado, era su tercera detención. El inspector de la Brigada Político-Social que lo detuvo fue Antonio Juan Creix que acababa de estar en Estados Unidos aprendiendo las técnicas contrainsurgentes del FBI que le aplicó a Núñez, aunque nunca estuvo del todo satisfecho. «Aquí vienen los americanos, que si las corrientes eléctricas… Como el palo no hay nada», dijo Creix, según recordaba el propio Miguel Núñez. También recordaba Núñez que tras ser conducido al último piso de la sede de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona en la Vía Layetana Creix le dijo: «Nadie sabe que te hemos detenido. No has sido registrado en el libro de entrada en la Jefatura. Te vamos a sacar como sea todo lo que sabes y, si te mueres, pues una piedra en los pies y al mar, que está bien cerquita». Durante los 30 días que permaneció detenido en la Vía Layetana Núñez resistió las torturas, por ejemplo, durante cuatro días lo tuvieron colgando de un tubo de la calefacción que estaba en el techo, lo que le dislocó el hombro y le hizo perder el conocimiento varias veces y no delató a nadie. Después fue trasladado a la Cárcel Modelo de Barcelona. «Su fama de resistente inquebrantable quedaría para siempre entre los dos bandos de la lucha antifranquista, como comprobó años más tarde Manuel Vázquez Montalbán, a quien, una vez detenido, el propio Creix le aconsejó no intentar emular a Núñez».
Fue juzgado en tres consejos de guerra sucesivos y condenado a cincuenta y cinco años de prisión, que cumpliría en el penal de Burgos. Tras salir del penal en el año 1967, se reincorpora a la dirección del PSUC como responsable político en la ciudad de Barcelona y miembro del Comité Ejecutivo.
Ya en democracia, fue Diputado en las Cortes desde 1978 a 1982. En 1986 tras un primer viaje a Nicaragua, creó la ONG Acsur-Las Segovias. El Ayuntamiento de Barcelona le concedió en 1998 la Medalla de Honor de Barcelona, y en el 2004 le fue otorgada la Cruz Sant Jordi.
Murió el 12 de noviembre de 2008 en Barcelona, a la edad de 88 años, como consecuencia de un enfisema pulmonar.
Participa en la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), que se estaban organizando para colaborar en la defensa de Madrid. Combatió inicialmente en el batallón de Milicianos de la Cultura. Después de unos meses, se incorpora al aparato político que había en las unidades militares como responsable de la JSU. A los 18 años fue nombrado Comisario Político del 64 Batallón de Obras y Construcciones.
En marzo de 1939, tras el golpe de estado del coronel Casado, es detenido en su unidad y confinado junto a otros combatientes comunistas en el cuartel del Conde de Toreno, del que consigue ser liberado antes de la llegada de las fuerzas sublevadas.
Al final de la guerra participó en los primeros intentos de reorganizar la JSU en la clandestinidad. Fue detenido y condenado a muerte, que le sería conmutada posteriormente por doce años de prisión.
Uno de los episodios que rememoraba este hombre -condenado a muerte y salvajemente torturado en varias ocasiones- era el de su paso por el penal de Ocaña (Toledo), donde el cura participaba en las palizas a los presos y gustaba de dar el tiro de gracia tras las ejecuciones. En ese presidio coincidió brevemente con el poeta Miguel Hernández. Ya estaba muy debilitado, pero el poeta de Orihuela sacó fuerzas de flaqueza para retratar a ese sacerdote que confundía el humo de la pólvora con el del incienso: "La luna lo veía y se tapaba / por no fijar su mirada / en el libro, en la cruz / y en la Star ya descargada. / Más negro que la noche / menos negro que su alma / cura verdugo de Ocaña".
Después de salir de la prisión, continuó con su militancia comunista como responsable político en la guerrilla de Cataluña. Se trasladó a Francia en 1949 hasta que regresó clandestinamente a España en 1953.
En abril 1958 fue detenido en Barcelona y torturado —era su tercera detención—. El inspector de la Brigada Político-Social que lo detuvo fue Antonio Juan Creix y el responsable de su tortura, durante los 30 días que permaneció detenido en la Vía Layetana.
Fue juzgado en tres consejos de guerra sucesivos y condenado a cincuenta y cinco años de prisión. Tras salir del penal de Burgos en el año 1967, se reincorpora a la dirección del PSUC como responsable político en la ciudad de Barcelona y miembro del Comité Ejecutivo.
Ya en democracia, fue Diputado en las Cortes desde 1978 a 1982. En 1986 tras un primer viaje a Nicaragua, creó la ONG Acsur-Las Segovias. El Ayuntamiento de Barcelona le concedió en 1998 la Medalla de Honor de Barcelona, y en el 2004 le fue otorgada la Cruz Sant Jordi.
También convivió con la cotidianidad aplastante del estalinismo, los años de plomo del comunismo español, de "traidores titistas" (en referencia al líder comunista yugoslavo Josip Broz, Tito). Quizás por eso previno en sus memorias contra aquellos que se atribuyen en nombre de los partidos o las ideologías la facultad de juzgar a los demás y el derecho a no ser juzgados. "Nunca quise saber nada de las guerras intestinas", aseguró, y ello llevó consigo "que tuviera más simpatías que cargos; es decir, poco poder en el seno del partido".
Aprendió de los matices con sus enemigos. Un guardia en Madrid se ofreció a ayudarle a enviar una nota a sus padres cuando los falangistas decidieron entregar sus ropas ensangrentadas a su familia en su primera detención al término de la Guerra Civil. Ahí comenzó a madurar su idea de que la compasión florece en páramos inmisericordes.
Otro episodio similar lo vivió en 1958 en la Jefatura Superior de Policía de Barcelona. Había sido detenido por pura casualidad. Nadie tenía noticia de ello. Lo interrogó el temible comisario Antonio Juan Creix. Estuvo colgado durante varios días de una esposa en una tubería. Su hombro estaba dislocado.
En un momento en que Creix y los suyos se fueron, ocurrió algo insólito, oí una voz que decía a mi lado: Aguanta, Miguel, que los tienes vencidos; mi compañero y yo hemos sido guardias de asalto con la República y nos han incorporado después de la depuración. ¿Podemos hacer algo por ti?". Les di un número de teléfono y a los dos días Radio París y Radio Londres daban cuenta de mi detención. Posiblemente, el guardia de asalto le salvó la vida.
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